Cambios. Los esperamos con expectación y ansiedad. Los afrontamos con miedo y recato. No todos estamos preparados para cambiar y menos cuando no es elección nuestra. Cuando nos aparta de su camino, cuando no quedan plazas o no superamos la prueba.
Quizas por eso nos gusta adelantarnos. Corremos cuanto antes a marcarnos metas, afrontar nuevas contiendas, romper las reglas. A base de plegarias varias, suplicamos que estos últimos supriman las modificaciones sorpresa. Aunque no siempre nuestro clamor obtiene respuesta, aun así intentalo. Que se lo digan a Mitch Buchannan. Chaval, cambiar tus compañeras por tias más jovenes no te hará no envejecer.Obvio.
Y así creamos nuestras listas. Y juramos y prometemos que no seremos quienes fuimos, que no haremos lo que soliamos hacer. Como bien digo Don Fabrizio hay que cambiar algo para que todo cambie. Reset. Segundas oportunidades y demás. Que todo eso suena genial, pero solo queda una cosa: Cumplirlo.
Así que amigos, si no quereis parecer ridiculos antes quienes os escucharon. Si de verdad quereis una nueva oportunidad. Si quereis un nuevo guión. Entonces, tendreis que trabajar, trabajar muy duro. Porque aquí no te regalarán nada. Y no rendirse al primer tropiezo. Si vale, ya se que empiezo a sonar como Debbie Allen en Fama, inconvenientes de tener una madre adolescente en los ochenta. It's not my fault.
Moraleja: Si para algo sirve este rollo del raciocinio que se supone en ocasiones nos distingue de la fauna y flora terrestre, a parte de para descubrir grandes placeres como el whisky, es para elegir. Y hoy, yo eligo cambiar ¿Qué eliges tú?
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