lunes, 16 de enero de 2012

Al este del edén


Decía mi profesora de UI que la clave del éxito en el diseño de aplicaciones reside en la sencillez. La gente no quiere leer manuales. Quiere enfrentarse directamente con el diseño y salir victorioso, eso si. Baja tolerancia a la frustración. La victoria del hombre frente a la maquina sin ayuda, sin atajos.

Con las personas es parecido. Solo la sencillez garantiza una fácil victoria. O al menos eso creemos. No se trata de buscar la sencillez en otros, se trata de simplificar nuestra ecuación. Sin expectativas. La búsqueda de lo obvio, lo trivial como único referente. Y así buscamos sistemas de funcionamiento simplificados. El problema es que confundimos rapidez con sencillez. Y los soluciones rápidas también son efímeras.




Es como esa insana costumbre de asociar las personas con los lugares. Otorga cierta familiaridad temprana. Una falsa adaptación que proporciona tranquilidad. Nada más lejos de la realidad. Cuando el pulso se relaja y los ojos parpadean despacio, las personas desaparecen y los sitios se van con ellas. Intentas agarrarte a cualquier calle, a algún edificio. Inútil. No sabes retener un sitio. Peleas torpemente buscando alguien nuevo que lo retenga por ti. ¿Acaso nunca estuvo tan cerca como creíste? A veces el tiempo que suele ser más rápido que tú, responde por ti y te deja solo entre ese montón de hormigón que ya no significa nada.
Si es así, tranquilo. El final no está ni cerca de llegar. De ser así lo sabrías. Si en algo son buenos los finales es anunciándose. Siempre avisan su llegada.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Una jaula de grillos


Cuando vienes de un sitio como del que vengo yo, sabes mejor que nadie que hay demasiadas cosas que no podemos elegir. Ahora bien, ¿dicen algo de nosotros estas cosas? ¿Te puede definir algo que no has elegido? Desgraciadamente en la mayoría de los casos, más de lo que nos gustaría.
No hay una forma de verlo más clara, que unos días en familia. Pero no unos días con esa familia en la que creciste, con la que comiste día a día. Hablo de esa familia que nunca ves, con la que compartes poco o casi nada, más allá del apellido y un pasado común. Esa familia de la que apenas recuerdas nombres y fracasos por más que ellos intenten que sean sus éxitos los que prevalezcan. Una visita de estas puede ser muy reconfortante.



Bien descansado y armado de fuerzas te preparas para pasar dos días viendo fotos de Orlas, de bebes y matrimonios felices. Oyendo una y otra vez curriculums vitae que estás lejos de alcanzar. Están en su campo, se sienten seguros, no vas a intentar ganar, al menos no aquí. Lo saben y sonríen.
Sin embargo, puede que lo que te encuentres no sea exactamente así. Resulta que das con un ecosistema de desbordante amabilidad, donde las sombras no están ni tan escondidas, ni tan protegidas como creías. Todo un reparto de personajes cuyas imperfecciones casi se podían ver desde el tren, se pasean antes mis ojos en el transcurrir de las horas. Está quien nos enseña su maravillosa casa fruto del éxito, vacia eso si, como su vida. Difícil de mantener claro está, igual que la gente a su lado. Está quien vacila de hijos brillantes que en poco se parecen a ti, pero a los que evidentemente casi no ve y solo puede recordar como trofeos del duro trabajo de años. Y luego están los humildes que no tienen miedo de aparentar quienes son, aunque difícilmente disimulan que la mediocridad en ocasiones los atormenta.
Pero ojo, no voy a ser yo quien los juzge, para eso está la familia, ¿no?

domingo, 2 de octubre de 2011

Great Expectations


Tal día como hoy, justo hace dos semanas llegué a esta ciudad. Todavía en aquel momento retumbaban en mis odios las despedidas, las promesas. Aún hoy lo hacen. Entre las siempre amargas palabras que marcan un final, sea cual sea y la ilusión de los mejores deseos, podía ver como el mundo me pregunta entre abrazos y besos por el miedo. ¿No tienes miedo? No era algo que pudiera responder entonces. Yo el miedo solo lo reconozco cuando duerme conmigo.
Casi 900km mas al norte y 14 días hacia el invierno, aún impresionado por los edificios infinitos, escaleras mecánicas que marcan tu camino y la insólita hospitalidad de la fría gran ciudad, creo que tengo una respuesta. No me da miedo caminar solo. No uso cámara de fotos.



Nada como unos metros de distancia para apreciar la perfección de lo que construiste durante toda tu vida. Nada como el tiempo para inmortalizarlo. Después de todo, algo tan perfecto no hay imperio que lo destruya.
Y ya que lo preguntaste, y dada tu curiosidad te responderé. ¿Sabes a lo que tengo miedo? Tengo miedo de dejar de levantar la vista cuando vea un edificio alto. Tengo miedo de no sonreír cuando alguien me ayude. Tengo miedo de no respirar profundamente para intentar recordar el olor de esta o cualquier otra ciudad. Tengo miedo de caminar lento. Volver a ver en el reloj las 3:00 a.m.

Y es que se respira tan bien desde la mediocridad.


jueves, 21 de julio de 2011

De aquí a la eternidad

Noches frías de Julio. Quien nos lo iba a decir hace años, cuando nuestras manos sudaban al amanecer y no era precisamente por los nervios. Un tiempo extraño. Como si una monumental tormenta estuviera cerca. De esas que vienen y se lo llevan todo. Y la vida tal y como la conocimos hasta ahora dejara de existir. Como si no hubiera días mas allá de agosto.
Es raro, he visto muchas noches de Julio desde esta cama, y desde luego si algo no podía ni intuirse siquiera, era cualquier atisbo de brisa. Supongo que eso nos hace estar menos agotados, preparados, con ganas. Intensos. En medio de la intensidad encontramos tiempo para hacer la maleta, por si acaso. No va a ser el tiempo quien tome esta decisión.

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Y aunque no lo digamos, sabemos que esta ahí, entre frase y frase, cuando no clavamos los ojos y preferimos mirar al suelo, cuando contamos las monedas del bolsillo. Porque si algo aprendimos, es que el miedo es para los cobardes. No vamos a ser nosotros quienes reconozcamos tenerlo. Porque en realidad todos sabemos, que lo único que ocurre, es que este es el ultimo verano que tendremos vértigo.

domingo, 3 de abril de 2011

Suavemente me mata


-¿Y que es lo que no te gusta?
-No se. Hay algo con ella que no está bien.


A veces no se necesitan argumentos. Contigo no buscaré pruebas, no te dejaré jugar la carta de la presunción de inocencia esta vez. Aun así, no creas que te voy a condenar, no tengo la menor intención de juzgarte siquiera. Nada de esto va a mejorar nuestra relación. Esta indefinible relación, de naturaleza simbiótica, que tengo con la vida.
Supongo que todavía hoy no entiendo su juego. Ese en el me asfixia, impidiendo así que pueda contemplar cualesquiera que sean las opciones que ante mi se muestran. Y cuando los ojos están casi por completo cerrados, cuando ya no hay aire, y las posibilidades se agotan. Justo entonces, afloja las manos, dejando que un fino hilo de aire entre, devolviendo así a su lugar alguna de las opciones. No todas por supuesto. Aunque ni siquiera puedes saber por cuando tiempo seguirán ahí. Quizás antes de que puedas agarrarla, desaparezca para siempre. Como si nunca hubiera existido.




Es posible que en su cabeza todo tenga mucho sentido y nada sea casual. Puede que trate de enseñarme algo. A lo mejor, yo solo soy otro niño malcriado, de esos que crecieron en los 90, creyendo que no había nada a lo que tener miedo y por eso no puedo verlo.Pero, ¿como saberlo?
Solo se me ocurre una respuesta. Que trate de mostrarme la importancia del aire. En realidad algo más grande, mucho más que mostrármelo, que lo aprenda. Que aprenda a apreciarlo. Que aprecie cada opción, cada posibilidad por pequeña que parezca.
Aunque si digo la verdad no creo que sea esa la solución. Es demasiado obvia, la vida siempre juega más fuerte. Vamos, es mucho más hábil que eso. No dejaría que descubriéramos el gran mensaje tan rápido. No es su estilo. Necesita un último giro de guión.
¿Y si busca justo lo contrario? ¿Y si lo que quiere es que las olvide? Que olvide cualquier posibilidad. Que deje de valorar cada opción. Sin salidas, solo dejando que suceda.
En cualquier caso, creo que estoy más cerca. Me acerco. Despacio, pero me acerco. Y solo con eso me basta.

sábado, 19 de febrero de 2011

Y el mundo marcha

No, no fue en una galaxia muy lejana. Fue aquí mismo, cerca. Creo que todavía puedo sentir el aliento. Y ese sabor, justo ese, entre la decepción y la respuesta. Era el frío diciembre de esta ciudad apagando las ilusiones tempranas.
Fue en ese preciso instante cuando alguien me dijo algo, que no olvidaría nunca. Ya en ese momento podía entenderlo perfectamente. Sigo haciéndolo.
"De lo que no se habla, no existe"
Vale, ya se que no pasara a los anales de la literatura. Tampoco creo que lo pretendiera. Supongo que solo pretendía mostrarme algo que conoce bien todo hijo de vecino. Todo tiene la importancia que queramos darle.
Ese es el punto, que quiero que sea importante. No es algo que vaya a obviar. Vamos, casi siete mil millones de personas en el mundo. Nosotros, no solo nos cruzamos, si no que ademas, tenemos el valor de entendernos, enfrentarnos y lo que es mas importante hacerlo sin miedo. Ya es mas de lo que la mayoría se atreve a hacer. Claro todo esto pierde la grandiosidad si contara la historia entera, pero ya me conocéis, lo mio es la magia. Aun así es grande. Pudimos no verlo, o lo que es peor, verlo y dejarlo estar. Sonreír, ser amables y girar la espalda. Quisimos mas, quisimos sentir, crecer, en definitiva vivir.



No siempre fue fácil. Nunca lo es. No siempre estuvimos a la altura, cedimos lo suficiente o elegimos bien.I know. Supongo que por eso la recompensa es enorme. Es el dulce sabor del trabajo bien hecho. Recompensa hecha espacio, tiempo. Espacio compartido, sea cual sea, el destino al que te diriges. Tiempo compartido con tiempo, café, palabras, humo. Segundos que cuentan.
Por eso ahora ya no importa el espacio que nos separe. Ni el idioma que hablemos. Ni tan siquiera es necesario cerrar los ojos. Solo tengo que respirar, todo lo demás lo se, y lo que es mejor aun, puedo sentir que también lo sabes.
Son esas cosas que quisieras que todo el mundo pudiera sentir, aunque solo fuera por un instante. Pero claro no todos tienen unos padres como los nuestros haciendo el trabajo sucio...c'est la vie.

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miércoles, 2 de febrero de 2011

El viaje a ninguna parte

Dijo alguien que ahora mismo no recuerdo, que cuando no estas mejorando, empeoras. I totally agree.
Nunca es una constante. La vida como una función monótona. Lo peor es que nunca podemos elegir si creciente o decreciente. En ocasiones, ni saberlo siquiera. Supongo que por eso a veces buscamos girar, chocar, algo que desvíe nuestra indirigible trayectoria. Un punto de inflexión.
Y tomamos decisiones, reflexionadas o no, total nunca sabremos si fueron acertadas. Buscamos desesperadamente esa inflexión. Nuevos destinos, nuevas metas. Que al final no serán mas que eso, otra nueva función de la vida. Nueva, si, pero función monótona al fin y al cabo.



Y diréis ¿Donde esta la gracia entonces? Pues la magia amigos, reside en la espera. Principio de incertidumbre. La dulce espera de una respuesta que casi no depende de ti. Y no sabes si volverás a escribir desde esta mesa, si abandonaras únicamente el sur, el país o el continente. Tener opciones lo llaman.
Supongo que por eso dicen que el mundo es para los que se dejan llevar por las grandes aventuras.

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Recordad. Como dijo alguien que si recuerdo ahora mismo: correr no es de cobardes