No nos importa el frio, ni la música, ni siquiera con que brebaje llenen nuestros vasos. Solo importa compartir, descubrir, aunque no muy sorprendidos que para el resto del mundo la vida tampoco es fantastica, consolarnos, y trago a trago perder el contacto con la realidad.
Lo que empezó siendo "Confesiones de... " se termina convirtiendo en una conversación con menos orden y sentido que si la hubiese pensado el mismisimo Lynch. Viajes imposible, la salvación del mundo, y lo peor de todo: nos lo creemos.
A diferencia de la mayoria de cosas en esta vida, no es el reloj quien marca nuestra despedida, si no esta mierda de cartera de estudiante fracasado. Fin de la aventura...

Y una mierda. La aventura acaba de empezar. La noche no se termina cuando consigues encontrar la puerta del bar que un gilipollas se empeña en mover para que no salgas. La historia acaba en tu cama, solo, como siempre, pero eso si, borracho como nunca. Y es que la mejor parte de la historia es la rentrée. Ahí es donde todo puede pasar, como si de una dimensión paralela se tratara, hacemos lo impensable para conseguir lo imposible. O al menos lo intentamos. Suplicamos a vendedores ambulantes, desafiamos las leyes de la física, gritamos, cantamos y si hace falta volamos.
Moraleja: Vale que fisicamente es destrozante, que recuperarse cada vez cuesta más, y todas esas tonterias que aquellos defensores de lo saludable claman al cielo, pero pocas experiencias enriquecen como esta. Estarán de acuerdo conmigo, en que no sabriamos de la existencia de muchos limites personales sin noches así.